Las campañas de desinformación durante las elecciones del 2024. Entrevista con el experto Prof. Dr. Dennis-Kenji Kipker
Durante el año 2024, los españoles y europeos están convocados a las urnas varias veces. Por si fuese poco, fuera de las fronteras de la Unión Europea, tendrán lugar otras elecciones muy importantes. Generalmente, desde la confirmación de los nombres de las listas al recuento de votos, así como el día de la investidura, se ponen en marcha campañas de desinformación que consisten en el envío masivo de noticias falsas y mensajes que pretenden manipular la opinión pública. El Prof. Dr. Dennis-Kenji Kipker, experto en ciberseguridad, habla con nosotros sobre esto en la siguiente entrevista.
1. En elecciones pasadas, como las de Estados Unidos (2020), ya hemos visto campañas de desinformación para influir en la opinión pública y, por tanto, en el comportamiento de los votantes. ¿Cómo funcionan estas campañas y qué tácticas se utilizan?
Estas campañas de desinformación se utilizan específicamente para difundir noticias falsas o tergiversar cierta información con el fin de, en última instancia, manipular la opinión pública y el comportamiento de las personas. Utilizan numerosos métodos para hacer esto, y algunos de ellos ya los hemos identificado, pero a menudo no se notan directamente porque están “fuera de lo habitual”. No es sencillo entender todos los elementos que conforman el engranaje de estas fábricas de bulos o mensajes que buscan desinformar a los electores. Esto incluye, por ejemplo, cuestiones más subjetivas, como la manipulación emocional provocando determinadas sensaciones especialmente intensas, hablamos de ira, miedo o tristeza. Conocen el lenguaje común y lo usan para que su mensaje cause más efecto, aunque el mensaje esté lejos de la realidad.
Estrechamente ligada a la apelación de la reacción emocional, está la el uso de prejuicios instaurados ya, más o menos, en nuestra sociedad y generalizaciones con respecto a ciertas cuestiones o colectivos. Esto se hace con el objetivo de hacer creer que la información es real, aunque solo sirva para reforzar ciertos estereotipos. También se suelen ocultar las fuentes en las que se han obtenido los datos o se vinculan a otras noticias manipuladas, y la inteligencia artificial ayuda a que esta tarea sea más rápida. Las estadísticas en particular siempre deben tratarse con cautela porque, a simple vista, pueden parecer científicas y objetivas, pero en última instancia deben cuestionarse como cualquier otra fuente de información.
Finalmente, cabe destacar que los bulos pueden ser difundidos no solo por personas físicas y organizaciones, en ocasiones de esto se encargan los bots, también llamados trolls, automatizados que provocan intencionalmente. A veces, al igual que en ciertas campañas de marketing basadas en data mining, se utilizan medidas de microtargeting para dirigirse específicamente a personas individuales o grupos de población muy específicos que, a priori, parecen la mejor audiencia para dicho mensaje.
2. A nivel europeo, ¿existe algún plan de prevención o ley ya aprobado que nos pueda ayudar a frenar estas campañas de desinformación? ¿Qué se ha hecho hasta ahora, teniendo en cuenta los acontecimientos de elecciones anteriores?
Definitivamente, la desinformación no es un problema que haya surgido únicamente ahora, a raíz de la popularidad de la AI, ya era un auténtico peligro en la última década y las elecciones recientes celebradas alrededor del mundo también se vieron afectadas, en mayor o menor medida.
Desde la pandemia en 2020, sin duda, hemos experimentado un aumento muy significativo de desinformación, no solo en la Unión Europea, y lamentablemente este incremento se encuentra actualmente en un nivel que no ha alcanzado todavía su máximo. Urge tomar medidas que, por un lado, fortalezcan la estructura democrática institucional, pero, que a su vez, inciten a las empresas y a los particulares a estar atentos y reconocer si un artículo está diseñado para informar o solo “generar ruido”.
La UE ha hecho mucho para proteger la calidad democrática de los Estados miembros en los últimos años y propuso un plan de acción para la democracia en Europa en 2020, que fue revisado en 2023. Se conoce bajo el nombre de “paquete para la defensa de la democracia” e incluye todo un catálogo de medidas con respecto a estándares de transparencia y rendición de cuentas, recomendaciones para promover elecciones libres, justas y estables y también sobre cómo la sociedad civil puede participar en las decisiones políticas.
Pero eso no es todo: la nueva Ley de Servicios Digitales de la UE contiene obligaciones y requisitos muy específicos sobre lo que deben hacer plataformas digitales como las redes sociales, las páginas web pensadas para compartir contenidos y empresas de comercio electrónico para evitar que la desinformación llegue hasta sus canales. Hay una serie de grandes empresas tecnológicas que actualmente están tratando de salir de este paquete regulatorio, pero en la mayoría de los casos, no lo han conseguido, ya que la Comisión de la Unión Europea está adoptando actualmente un enfoque estricto en materia de seguimiento y aplicación poniendo el acento en la importancia de la ciberseguridad durante las elecciones, y esto a varios niveles.
3. En su opinión, ¿qué papel desempeña la cooperación internacional en la lucha contra las campañas transfronterizas de desinformación, como las de las elecciones europeas de este año 2024?
La conclusión principal en este contexto es que las campañas de desinformación no se detienen en las fronteras nacionales y no existe ningún tipo de “ley global de internet” que pueda aplicarse en todas partes de manera vinculante. Por supuesto que eso lo hace difícil. Y al final, enfoques como la Ley Europea de IA sirven de poca ayuda, ya que el objetivo no es hacer que una tecnología de IA probada y evaluada en riesgos esté disponible en el mercado europeo, sino que a los ciberdelincuentes no les importan dichas leyes y a menudo operan desde el extranjero. Esto también significa que la lucha contra la desinformación debe entenderse como una tarea común de todos los países europeos para contrarrestar el deterioro de las instituciones propias de la democracia, la polarización o la división de la sociedad y la propagación del odio y las violencias digitales.
Pero la coordinación política de tales medidas también es más importante que antes. Por supuesto, no será posible que todos los Estados del mundo participen de igual manera en campañas políticas contra la desinformación, porque a veces los propios países la utilizan específicamente como parte de operaciones de inteligencia, pero urge nombrar claramente a dichos actores e informar públicamente a los ciudadanos sobre las actuales campañas de desinformación.
4. ¿Cómo se puede trazar legalmente una línea entre la libertad de expresión y la desinformación? ¿Sería eso siquiera posible?
De por sí, no se puede simplemente legislar si una opinión (postura política) particular es legítima o no. Porque se aplica lo siguiente: el derecho a la libertad de expresión es un derecho fundamental y, por supuesto, también se pueden expresar opiniones que pueden ser impopulares o polémicas. La idea detrás de expresar una determinada opinión es precisamente llamar la atención sobre posibles agravios sistémicos y, como ciudadano, se puede utilizar una variedad de medios para hacerlo.
Sin embargo, la libertad de expresión tiene sus límites, por ejemplo, cuando se trata de la mera difamación pública de personas sin ningún trasfondo fáctico o cuando se difunde por internet información falsa, es decir, declaraciones objetivamente manipuladas, a gran escala. Pero eso por sí solo no ayuda mucho, porque, como he dicho, muchos de estos actores no operan desde España ni en la UE, sino que se organizan en terceros países, donde el marco legal no es el mismo (si es que se puede encontrar el origen de estos actores, que generalmente ocultar su ubicación geográfica).
Por eso, las plataformas deben controlar y regular los contenidos, por supuesto, no en un vacío de espacio legal, porque una empresa privada no decide cuál es “la verdad” y qué se puede y qué no se puede comunicar. La línea entre la libertad de expresión y la regulación es a veces muy difusa.
5. ¿Qué más se debería hacer para proteger mejor las elecciones?
Lo que personalmente me gustaría ver es que todos los involucrados (gobiernos, empresas de plataformas digitales, la sociedad civil y, por supuesto, los ciudadanos) se unan aún más que antes, porque la desinformación en internet es un tema que preocupa a todos, especialmente en estos tiempos. Porque en realidad nadie quiere vivir en un país que está siendo deliberadamente desestabilizado políticamente por fuerzas destructivas ni que sus infraestructuras críticas estén en peligro.
¿Qué quiero decir con todo esto? Pues que necesitamos tomar medidas con las siguientes: más transparencia sobre las donaciones de campaña y gastos electorales, la obligación de las plataformas de redes sociales de revelar contenido político de pago, educar al público sobre los peligros de la desinformación -especialmente a los jóvenes que ya son votantes- y el compromiso activo de los medios de comunicación para garantizar rigurosamente informar sobre información falsa y aclararla en todos los casos conocidos.
6. ¿Qué pueden hacer online los usuarios generales para protegerse de la desinformación o cómo pueden reconocerla mejor?
Se pueden tomar diversas medidas, pero todo se resume a un término que se escucha con frecuencia, “tener conciencia”. Es decir, en primer lugar, tener una actitud fundamentalmente crítica hacia todo el contenido que viene del exterior y adoptar una actitud reflexiva a la hora de consumir contenido.
Muy específicamente, recomiendo esto: primero verifica la fuente de información. ¿Quién es el autor? ¿Quién publica la información? ¿Es una publicación de pago? ¿El sitio web y la URL son confiables? ¿Otros medios también escriben sobre este tema? Entonces deberías cuestionar críticamente el contenido real; a veces la información puede parecer demasiado buena para ser verdad. ¿Los textos o vídeos son objetivos y equilibrados? ¿O más bien falta información y pruebas importantes, por lo que la presentación parece “sacada de la nada”?
En caso de duda, también deberías comprobar si hay expertos u otras personas con reconocido prestigio que confirmen que el contenido es veraz, y no deberían ser solo autores influyentes. Y hay que tener especial cuidado con las redes sociales, ya que puedes estar consumiendo solo contenido de tus propios grupos y recibir solo la información que sugiere el algoritmo; esto también se llama “dark social”.
7. ¿Qué nuevas tendencias o tecnologías cree que darán forma a la ciberseguridad electoral y la lucha contra la desinformación en el futuro? ¿Podría la IA ser incluso un elemento clave para combatir el problema?
No creo que podamos solucionar el problema solo con la tecnología, porque en última instancia, las elecciones y las opiniones como derecho civil también tienen que ver con la información, el libre albedrío y la autodeterminación del ciudadano. Necesitamos dejar de pensar que podemos combatir todos los problemas con la IA, porque eso realmente no cambia las problemáticas subyacentes de por qué vemos desinformación.
Sin duda, la IA puede contribuir, por ejemplo, a automatizar la verificación de datos, buscar y marcar publicaciones sospechosas o detectar un chatbot y trolls. Al mismo tiempo, seguimos hablando del anonimato de internet, de modo que las tecnologías de autenticación para el uso de una página web o los requisitos de inicio de sesión con datos personales almacenados pueden, a su vez, entorpecer la libertad de expresión. Además, estas medidas pueden eludirse, en teoría, fácilmente con poco conocimiento. La democracia significa autodeterminación y formar una opinión propia, incluso crítica, y la tecnología no puede ni podrá arrebatarnos eso.
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